San Nicolas de Bari

El 6 de diciembre, la Iglesia celebra la memoria de San Nicolás, obispo de Mira, en Licia, actual Turquía, famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia. (s. IV). (Del Martirologio Romano.)

En nuestra parroquia tenemos una imagen de San Nicolás de Bari que cuenta con una gran devoción entre nuestros feligreses. Son muchas personas las que diariamente pasan por delante de su retablo para pedir su intercesión, especialmente como protector de niños y jóvenes y para pedirle por un buen trabajo o por la salud.

La imagen que se venera en nuestra parroquia es del siglo XX, realizada en pasta y procedente de los talleres de Arte Cristiano de Olot. Lleva los atributos propios con los que San Nicolás es representado: la mitra y el báculo de obispo así como la aureola de santidad. De su mano siempre cuelgan rosarios que los devotos le ofrecen como exvotos.

Nicolás nace en Patara, una pequeña ciudad marítima de Licia, en la Turquía meridional, en el siglo III después de Cristo, y en el seno de una familia acomodada que lo educó en el cristianismo. Su vida, desde su primera juventud, estuvo fundamentada en la obediencia. Quedó huérfano muy joven de ambos progenitores y él, en memoria de la página evangélica del joven rico, usó toda la fortuna paterna para atender a necesitados, enfermos y pobres. Fue elegido obispo de Myra y bajo el reinado del emperador Diocleciano fue exiliado y encarcelado. Después de ser liberado, en el 325, participó en el Concilio de Nicea y murió en Myra el 6 de diciembre del 343. Son muchos los episodios que nos han llegado a cerca de Nicolás, y todos testimonian una vida al servicio de los más débiles, los pequeños y los indefensos.

Una de las historias más antiguas sobre San Nicolás, tiene que ver con un vecino de casa que tenía tres hijas en edad de casarse, pero no tenía suficiente dinero para asegurarles una dote. Para salvarlas de un destino de prostitución, Nicolás una noche, provisto de dinero envuelto en un paño, lo lanzó a través de la ventana de la casa del vecino y huyó inmediatamente para que no lo reconocieran. Gracias a esa donación, el vecino consiguió casar a la primogénita. Nicolás repitió su gesto generoso otras dos veces, pero la tercera noche, el padre de las jóvenes salió a tiempo de reconocer al misterioso benefactor, que sin embargo imploró, no se dijera nada a nadie. Otra historia cuenta sobre tres jóvenes estudiantes de teología en viaje hacia Atenas. El patrón de la posada donde se habían detenido por la noche, los asaltó y los mató, escondiendo sus cuerpos en una barrica. El obispo Nicolás, también en camino hacia Atenas, se detuvo en la misma posada y tuvo en sueños la visión del delito cometido por el posadero. Recogido en oración, San Nicolás obtuvo el milagro del regreso a la vida de los tres muchachos y de la conversión del posadero malvado. Este episodio como el de la milagrosa liberación de Basilio, un muchacho raptado por los piratas y vendido como copero a un emir  (la leyenda cuenta que reapareció misteriosamente en casa de sus padres, y todavía tenía entre las manos la copa de oro del soberano extranjero), contribuyeron a difundir su imagen de patrono de niños y jóvenes.

(Información extraída de Vaticans News)

 

Oración a san Nicolás de Bari:

¡Oh glorioso san Nicolás mi especial protector!
desde aquella morada de luz,
en que gozáis de la presencia divina,
volved piadoso vuestros ojos hacia mí,
y alcanzadme del Señor aquellas gracias y auxilios
convenientes a mis presentes necesidades,
tanto espirituales como corporales,
y en particular la gracia (mencionar aquí la gracia solicitada),
que sea conducente para mi eterna salvación.
Proteged también, oh glorioso santo obispo,
a nuestro Sumo Pontífice,
a la Iglesia santa y a esta devota ciudad.
Reducid al camino recto de la salvación
a los que viven sumidos en el pecado,
o envueltos en las tinieblas de la ignorancia,
del error y de la herejía.
Consolad a los afligidos,
socorred a los necesitados,
confortad a los pusilánimes,
defended a los oprimidos,
asistid a los enfermos;
y haced por fin que todos experimenten
los efectos de vuestro poderoso patrocinio
para con el supremo Dispensador de todos los bienes.
Amén.

 

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